martes, 17 de febrero de 2009

El Telar Mágico

El cerebro humano es uno de los órganos más sofisticados de la naturaleza, y es quizás la razón del éxito del Homo Sapiens como especie. Su evolución se remonta a los reptiles de los que hereda el comportamiento más instintivo, pero la parte que nos hace humanos, la Corteza Cerebral, empieza a encontrarse en los primeros mamíferos, con un crecimiento espectacular en la época en que estos pasaron del suelo de las praderas a las copas de los árboles, aunque se desconoce el motivo de esta migración.
Estos animales fueron pioneros en este hábitat y las nuevas condiciones obligaron a desarrollar (y recompensaron) al animal con nuevas habilidades y ventajas. Estos animales fueron los primates, ancestros del ser humano. En los árboles los primates desarrollaron una visión mejorada para navegar en un mar de ramas y hojas y para diferenciar los frutos comestibles de los venenosos; todo esto requirió un cerebro capaz de calcular distancias y profundidades, cosa que no se dió hasta ese momento. Para los colores el cerebro también debió evolucionar para analizar los colores y unir esta información a otros estímulos.

Toda esta información requirió más espacio para procesarse y almacenarse, de modo que el volumen de la corteza aumentó y también la capacidad de almacenar datos como nunca se había visto.

Para poder maniobrar mejor en las ramas, los primates desarrollaron manos más sensibles e independientes, con la posibilidad de manipular objetos cada vez más pequeños que sus parientes mamíferos, lo que requiere la capacidad de procesar información táctil y sumarla también a la información visual.

Con estas nuevas habilidades unas especies retornan al suelo, pero no dejan la comodidad del bosque hasta los extremos climáticos de las glaciaciones, que hizo del África más seco y dio lugar a una reducción del tamaño de los bosques. Aunque no se conoce con certeza que sucedió, lo más probable es que un grupo de antropoides se adentrara en la sabana en busca de territorio y alimentos; de éste grupo evolucionarán nuevos antropoides que sumarán a las habilidades del bosque las necesarias para vivir en la sabana.

Tuvieron que empezar a caminar erguidos, para ver sobre los pastos altos y ver los predadores antes que estos los vieran, pues en la sabana los predadores como jaguares, cheetahs y leones son más grandes y peligrosos que los que habían encontrado en los bosques. Finalmente, estas herramientas le dieron la posibilidad al Australopithecus afarensis de competir con los demás predadores y en muchos casos ganarles.

Así uno a uno de los descendientes de los primates que subieron a los árboles dependieron cada vez más de su cerebro para su supervivencia, y en respuesta su cerebro creció aún más. Del afarensis desciende el Homo erectus, capaz de hacer herramientas como nunca se había visto en la naturaleza, por lo que desarrolla la capacidad del pensamiento abstracto. De ahí a la inteligencia hay un solo paso, que se termina de dar en el Homo Sapiens y el hombre moderno.

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